miércoles, 9 de mayo de 2012


ESPEJISMOS DE AMOR


Las relaciones entre seres humanos generalmente presentan altibajos, algunos superados rápidamente, otros se van alimentando de la fuente del odio y transcienden a lo largo de los años.  La obra   Amor de Toni Morrison, es un ejemplo de lo intrincados que pueden ser los caminos que  transitan dos personas cuya única finalidad es vencer a quien creen su oponente y que antaño fuera su mejor amiga. Sin embargo, desviando un poco la atención del asunto central de la obra, es decir, la rivalidad existente entre Heed Johnson y Christine Cosey, emerge otra perspectiva, que si bien navega suavemente en las tenues aguas de la sociedad racista   de la década de los cuarenta en los Estados Unidos, es fundamental en el desarrollo de los acontecimientos, no sólo como reflejo de una problemática latente de la época, sino como detonante implícito de la trama de la obra.
 La posición de desventaja en que se encuentra la mujer en una sociedad patriarcal, en un mundo donde su importancia se limita al cumplimiento de los deberes de la casa, a la vez que su voz es sometida, es una temática que emerge en la obra.  Como ocurre con frecuencia en algunas sociedades la notable desventaja en la que se encuentran las clases menos favorecidas permite usos y abusos de quienes están en la cima del eslabón social. Este estado de cosas empuja a Heed Johnson a las manos del señor Cosey.
No se puede obviar la diferencia generacional que aleja a la pareja, un hombre de cincuenta y dos años unido con una niña de once. Heed pasa entonces de ser amiga de Christine a convertirse en su “abuela”, producto esto de la desviación de Bill Cosey. La forma como se enriquece el yo de los personajes principales y como se complejizan a lo largo de la historia, abre las puertas a una introspección que divaga en el pasado de las dos mujeres, genera preguntas sobre sus acciones y enriquece las situaciones.
El carácter de obra limitada a un tiempo y espacio específicos, cuyos acontecimientos suceden en los Estados Unidos, rompe con la etiqueta y expande sus fronteras hacia lo universal al dar tratamiento a temas como la estratificación social y sus consecuencias, el abuso al que se ven sometidas las clases menos favorecidas, su estado de opresión, pero sobre todo, se abre camino a pasos agigantados la manipulación de la mujer en estas circunstancias.
No es gratuita la inclinación del señor Cosey por las mujeres, su hotel ha sido un paraíso donde se puede disfrutar de música, licor y todo tipo de extravagancias que el dinero pueda comprar. Viudo, ante la muerte de su hijo querido, las razones para cohibir su conducta no es ya una limitante. No puede dejar de excitarse al ver como esa niña de once años mueve sus caderas. Sube a su habitación a masturbarse, a desahogar   sus impulsos. Haciendo uso de su posición e influencia decide “obtenerla”. La hace su esposa.
Situaciones semejantes se han presentado a lo largo de la historia en diversas culturas y bajo distintos nombres. En muchos de estos casos la situación es similar un personajes de posición social significativa, que brinda algunos beneficios a la familia de la mujer, a cambio de ello obtiene una esposa a la cual le hace creer debe agradecerle por sacarla de ese ambiente.
La realidad que se esconde detrás de esta conducta en la obra de Morrison no es más que una desviación sexual en la cual un hombre mayor de edad, en este caso cincuenta y dos años, se interesa sexualmente por una niña de once, él tiene  la influencia social y económica para “adquirirla”, su conducta no encuentra ningún tipo de reproche. El acto de Cosey de desposar a una niña que aun no ha tenido su primera menstruación pasa como algo común.
Caminamos  de la mano de Heed y Christine por una historia que centra y direcciona todas los acontecimientos en torno a la forma como habrá de concluir el encuentro final de las dos mujeres, sin embargo, alejándonos de ese espejismo de amor fallido y transformado en odio por la acción del verdadero detonante de la historia, podemos observar a un William Cosey, quien tejiendo los hilos de sus redes atrapa entre ellas a una más de sus victimas, en esta caso una que determinará un giro radical en la vida de todos. La venda ha caído desnudando el rostro de un ser miserable. Sin amor.          

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